
Érase una vez, dos jóvenes, chico y chica que se conocieron.
Al principio no tenían gran relación, solotenían en común algunos amigos.
Poco a poco, su amistad fue creciendo, pasaron de ser personas indiferentes a ser amigos que no podían estar dos días sin hablar. Poco a poco, ese sentimiento de amistad se hizo más grande, hasta el punto en el que al menos, si la chica no veía al chico.. no estaba tranquila.
Al parecer el chico sentía eso mismo.
Un día, decidieron que esa gran amistad se convirtiera en algo más. Decidieron que se convirtiera en un vivir continuo el uno junto al otro, en unir sus manos, en unir sus corazones.
Empezaron a conocerse aún más el uno del otro, y necesitaban a la otra persona para poder avanzar cada día como lo hacían antes.
Iba pasando el tiempo, y a ella le gustaba cada vez más él, suponía que a él le pasaría lo mismo.
No sabía como demostrarle ya lo mucho que le quería y que le necesitaba, se había convertido en algo necesario para ella, estaba empezando a ser como una droga para el drogadicto, pero era una droga dulce, y eso era lo que le hacía necesitarla más cada día.
Le encantaba morderle, sí, era como si le comiera poco a poco.
Uno de esos días le comió entero, pero entonces se dio cuenta de que si permanecía en su estómago nunca más podría darle esos besos que tanto le gustaban, nunca más podría abrazarle o volver a morderle, así que decidió retroceder en el tiempo.
Ahora lo tenía de nuevo enfrente suya. A partir de ese momento decidió comerle de una forma diferente. Cada día que le viera, le comería un poco, pero sería tan tan poco que nunca se notaría.
¿Que cómo se lo comería? De una forma muy fácil, dulce y perfecta.
A través de besos y esos pequeños mordisquitos que no podía parar de darle.
Así continuó una maravillosa y perfecta historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario